Reina Roja Jack Escarcha El intercambio Lucía en la noche El Paciente Casi, casi No es mío El jardín del gigante

Mi gran y preciado 2011.

El año 2011 ha estado plagado de sus cosas buenas y sus no tan buenas. Sin embargo estoy muy orgullosa de todo lo que he podido conseguir dentro de él, y arrepentirme de lo que ha estado a las puertas de formar lo que soy.

Aun así, estoy contenta.

Fue un año duro. Un año en el que me ponía frente a una serie de pruebas que debía superar para que mi vida corriera suerte y poder conseguir lo que sería mi sueño a corto plazo. Un sueño que no pude conseguir éste mismo año y en el que el nuevo me ha hecho cambiar de idea. Lo mío es pensar. Pero pensar sobre mí a pesar de que suene egoísta.

Siempre he sentido la necesidad de ayudar, y a pesar de que no lo hiciera bien siempre hice lo que pude en cualquier momento y espacio. El tiempo pasó volando. Tuvo sus más y sus menos. Cada día era un nuevo libro de aventuras y yo una aventurera empedernida. Conseguí aprobar esa difícil prueba. Aprobándola ya estaba todo hecho, ahora era el momento de escoger. Escoger en lo que te quieres convertir. Lo que quieres ser de mayor aún haciéndote así. En ese sentido no tuve muy buena suerte. A pesar de eso no me arrepiento de haber escogido lo que elegí. He conocido personas maravillosas en el recorrido de mi vida. Personas que formarán parte de ella siempre y cuando ambas sean correspondidas, pero otras se han quedado en el camino hacia otro mundo que no es el mío. Por una causa o por otra han dejado de formar parte de mi círculo vital. Tampoco me arrepiento de eso.

En éste año he aprendido a concebir la vida tal y como viene dada. A buscar solución a los problemas y no a dar vueltas como una noria perdida en el espacio.


Habiendo pasado la prueba tuve unas vacaciones inolvidables. Veía a personas que quería que estuvieran conmigo. Estaba en contacto con aquellas que me importaban realmente y conocía a otras que han formado parte de esa biografía que nos hace importantes y diferentes.

Vengo aprendiendo desde hace tres años atrás que todo lo que hacemos no viene congénito dentro de nosotros y lo expulsamos al exterior; sino que a través de otra persona que nos quiere y nos respeta somos capaces de aprender acciones que jamás hemos llevado a cabo. He aprendido a querer a alguien que no he tenido a mi lado desde que nací, he aprendido a besar de forma diferente y con sensaciones que no podría describir, a abrazar sin sentirme culpable y a llorar sin tener una razón para hacerlo.

Dicen que las lágrimas en el rostro de una persona no son dignas de observar, pero el que las desprende por sus mejillas siente la necesidad de hacerlo y es más feliz que aquel que las aguanta.

El 2011 ha sido un año en el que he crecido una vez más. Tanto física como personalmente. Me siento vital, siento correr la felicidad por mis venas y ello se dibuja mágicamente en la comisura de mis labios.

Por ésto y todo lo que ha ido pasando a lo largo de ese periodo de 365 días que contuvo y retuvo el dos mil once no me queda más que decir. Adiós diciembre, hola enero.

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