Reina Roja Jack Escarcha El intercambio Lucía en la noche El Paciente Casi, casi No es mío El jardín del gigante

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Ahí estaba mi cuerpo. Debatiéndose entre la vida y la cama. No era usual en mí despertar tan tarde; porque mi cuerpo sabía que no eran horarios, comunes en mí, para abrir los ojos al mundo.
Todo comenzó aquel seis de abril de una época moderna. Era de madrugada y mi cuerpo se unía a un robusto y musculoso individuo que con su respiración entrecortada me obligaba a seguir besando su espalda. En mi cabeza era normal que el remordimiento, o mejor dicho los pensamientos impuros se contrapusieran a los problemas que tanto tiempo me costaron olvidar pero que tan presente estaban en mis noches de lujuria. Solía recordar mi “arte muerto” y mi triunfo hundido junto a las palabras de una mujer a la que no llamaría madre y los murmullos de un hombre que moría en mis brazos. Mi memoria evocaba palabras que a pesar de no quería escucharlas tampoco tenía porqué oírlas ya que nadie me hablaba, sólo eran invocaciones de mi pasado.


   - Papá no te vayas – decía una niña con vocecilla de adolescente en marcha.

   - No Chloe. No muero. Sólo voy a un lugar mejor, donde poder disfrutar – contestaba un hombre que dejaba cada sequedad en el aliento a un lado para despedir a la que fue la niña de sus ojos durante catorce largos años.

   - ¡Mentira!. ¿Por qué no puedes hacerlo con nosotros? ¡No me abandones papá! – gritaba una y otra vez mientras una madre desolada arrancaba de los ojos de la niña a su padre medio moribundo en la cama.

Eso, digamos que fue lo que pasó en líneas generales. Ahora ni tengo a mi padre y digamos que me esfumé de mi madre. Haciendo alusión a mi “arte muerto” sólo debo decir que mis intentos de ser una pintora famosa o una best-seller quedaron en el olvido gracias a Mindie, exacto mi madre. 

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