Reina Roja Jack Escarcha El intercambio Lucía en la noche El Paciente Casi, casi No es mío El jardín del gigante

Desde la ventana.

Encerré mi aliento entre su pelo. Mis manos acariciaban su vientre plano. Le abrazaba desde atrás. Sus manos instintivamente agarraban las mías en un acto de unión.

Se hizo por la mañana. Yo aún olía el café que desprendía su cabello. Ella, sin embargo, estaba despierta. Siempre se despertaba antes que yo y hacía lo imposible para hacerme rabiar y tener que levantarme de la cama e irme al sofá para poder descansar en paz y tranquilidad; pero ella volvía a seguirme cual perro a su amo.

Comprendía que quería pasar el mayor tiempo conmigo. No quería verme con los ojos cerrados sino clavandolos en los suyos. Sus ojos, verde naturaleza, se centraban en mi cara. Yo tenía entreabierto los párpados pero ella nunca se daba cuenta de que era capaz de hacer eso sin que se diera cuenta. Se colocó encima de mi y  acto seguido apoyó su cabeza en mi pecho desnudo. Casi en un acto impulsivo coloqué mi mano derecha en su cabeza y comencé a acariciarle ese pelo que tanta paz infundía en mí.

-Me he marchado de casa - dijo con voz entrecortada.
-Lo suponía - contesté.
-Pero esta vez para siempre.
-Debes volver Rouse. Tus padres se preocuparán por ti. Me tienen entre ceja y ceja, y no quiero causar un problema para ti.
-¿Vengo a las tantas de la madrugada a verte después de tanto tiempo y lo primero que te quita el sueño son mis padres? - preguntó indignada entre carantoñas. Le encantaba hacerlas.
-Te estoy hablando enserio pequeña. No me preocupan tus padres, me preocupas tú. Y si eso requiere que tenga que cogerte en brazos y llevarte a cuestas a tu casa, lo haré.
-No, tranquilo. Me marcho por mi propio pie.

En ese momento se levantó casi de un salto de mi cama. Cogió sus cosas y en menos de un suspiro desapareció.
Nunca había visto esa reacción que tuvo en ese mismo momento. No sé si fue un acto de valentía o de cobardía el quedarme de brazos cruzados siendo testigo de como su pelo se zarandeaba de derecha a izquierda. Me levanté de la cama. Me asomé a la ventana. Ella siempre giraba la cara para tirarme un beso, pero esta vez iba con la cabeza bien alta y no tenía pensamientos de hacer ese movimiento que para nosotros era como un ritual. Yo hacía lo mismo cuando me marchaba de su casa cuando sus padres estaban de viaje, que solía ser muy a menudo por lo que ella siempre estaba sola por lo que venía a casa o se llevaba a alguna amiga para que le acompañase esos días o viceversa.
Fue una acción muy orgullosa por mi parte. A día de hoy, siendo casi medio día, ni siquiera la he llamado, ni he intentado hablar con ella sobre nada. Aunque sólo fuera para preguntarle si había llegado bien. Pero esto no puede seguir así. Cogí las cosas que me parecían importantes y fui en busca de Lady.

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