En esta vida lo que cuentan son los errores.
Nos movemos por inercia, pensamos que todo lo que hacemos es lo correcto; pero, existe un 50% de probabilidades de que lo que hagas sea lo mejor para ti o lo peor para los demás. Hace poco me he dado cuenta que las veces que lloramos no se corresponden con los momentos de felicidad. Que por mucho que sonrías nunca llegarás a ser plenamente feliz y que las personas que tienes a tu lado no siempre lo van a estar.
También debemos percatarnos de que no siempre nuestra melancolía gira entorno a nuestra cabeza, sino que se distribuye formando un círculo vicioso en el que las personas importantes te defenderían a capa y espada; sin embargo, nunca es suficiente.
Damos cien millones de pasos en falso a pesar de que sólo hemos andando noventa millones. Es decir, nos equivocamos más veces de la que nosotros nos imaginamos pero ... ¿a quien le importa? A los afectados. Porque esos son los únicos que importan en ese momento. Los heridos en guerra son al final los que salen mal parados y los que salen ilesos son sólo un pequeño recuerdo de lo que han vivido durante la batalla.
No obstante, esos pequeños recuerdos sólo pasarán a nuestra memoria victoriosos de una caminata que a pesar de tornarse dura ha sido conseguida; pero si abandonamos la guerra, sólo nos quedará la desesperación, el pensamiento de imaginarnos en esa lucha continua y de lo que podría haberse ganado si nos hubiéramos huido como cobardes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario