Normalmente contamos los días, las semanas, los meses o años que
llevamos con una persona. Cuando alguien conocido nos para por la calle y nos
formula la típica pregunta ¿y con tu pareja, qué tal vas? Y se
le responde automáticamente el tiempo que lleváis juntos al lado de un
impasible “somos muy felices” y una sonrisa que llega de oreja a oreja porque
estás deseando hablar de esa persona aunque sea con un desconocido. Pero... ¿Realmente
qué somos? Y si en lugar de a la pregunta ¿cuánto lleváis
juntos? Respondiéramos llevamos diez besos, once
abrazos y miles de miradas.
Transportando esta pregunta a la vía personal cuándo se nos
pregunta ¿cómo estás? ¿Acaso se le responde con los días
que llevamos vivos y los que nos quedan por vivir? No, porque ni
nosotros sabemos cuántas horas nos quedan de vida con lo que responder los días
sería casi imposible. No llevamos una calculadora en el bolsillo del pantalón
para multiplicar las desgracias, los problemas, las ilusiones y los momentos
felices de nuestra vida como para dividirlas por las experiencias que nos
quedan por vivir y las cuales crearán en nosotros reacciones que ni conocemos.
Dejemos que todo fluya. Que nuestra mirada se pierda en los ojos
de esa persona a la que aun le estás buscando el significado en tu vida, que la
linea de su mano con la tuya se unan creando un largo camino sin término, que
vuestros olores se unan transformando la atmósfera en una cara y arcaica
fragancia, que el dióxido de carbono que expulsan sus pulmones lo inhalen los
tuyos creando oxígeno conciliador ... Que vuestros sentimientos se apoyen en un
mismo pensamiento y haga latir dos corazones al mismo compás.
Cuando hayas conseguido todo esto podrás declarar con total
seguridad “estoy enamorada”
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