Ahí estaba mi cuerpo. Debatiéndose entre la vida y la cama. No era usual en mí despertar tan tarde; porque mi cuerpo sabía que no eran horarios, comunes en mí, para abrir los ojos al mundo.

- Papá no te vayas – decía una niña con vocecilla de adolescente en marcha.
- No Chloe. No muero. Sólo voy a un lugar mejor, donde poder disfrutar – contestaba un hombre que dejaba cada sequedad en el aliento a un lado para despedir a la que fue la niña de sus ojos durante catorce largos años.
- ¡Mentira!. ¿Por qué no puedes hacerlo con nosotros? ¡No me abandones papá! – gritaba una y otra vez mientras una madre desolada arrancaba de los ojos de la niña a su padre medio moribundo en la cama.
Eso, digamos que fue lo que pasó en líneas generales. Ahora ni tengo a mi padre y digamos que me esfumé de mi madre. Haciendo alusión a mi “arte muerto” sólo debo decir que mis intentos de ser una pintora famosa o una best-seller quedaron en el olvido gracias a Mindie, exacto mi madre.