En un lugar remoto de los alrededores encontré una pequeña porción de pieza que me llevó cerca de aquel individuo que se hacía llamar cupido. Hicimos un intercambio de números, discutimos, dialogamos y llegamos a la conclusión certera de que había un día en su apretada agenda para poder dedicarle a mi solitario corazón un corto periodo de tiempo y poder encontrar en un lugar no muy lejano a mi príncipe salvador de princesas sin coronas ni que vivieran en la realeza.
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